Diez meses con antelación a la cuestionada elección de la democracia bananera de EEUU (https://bit.ly/32JpFUS) –que desembocó en un caos post-electoral y ha puesto en riesgo su cohesividad con dos antagónicas fuerzas centrifugas al borde de una guerra civil ( https://bit.ly/38Lox6W )–, el texano conservador trumpófobo (never-Trump) Michael Lind publicó un polémico libro La nueva guerra de clases (sic): salvar la democracia de la é lite empresarial (https://amzn.to/3nnSIFl) que rebasa los resultados y el cronograma de la elección presidencial –más allá de quien sea el ungido constitucional final– y se adentra en la prospectiva del futuro incierto de su país que naufraga en un territorio inexplorado.
Michael Lind cuenta con un imponente bagaje académico y periodístico –se había dado a conocer hace ocho años con su libro idílico ya muy rebasado El próximo país estadunidense y la tierra prometida (https://amzn.to/36EFBsR)-.
Lind culpa a los populismos (sic) transatlánticos de haber despedazado a los partidos vigentes, lo cual ha desembocado en la ingobernabilidad, donde las democracias (sic) occidentales han sido desgarradas por una nueva guerra de clases.
Aquí entramos con Lind a una Torre de Babel de exclusión semiótica con sus auto-definiciones de populismo y democracia que son muy confusas y nada rigurosas.
Dejo de lado si EEUU –una genuina plutocracia/bancocracia/cibercracia (https://bit.ly/38I9ieZ), consubstancialmente anti-democrática– es una democracia, o si las monarquías (sic) neoliberales europeas lo son también.¡La guerra es también semiótica!
A juicio de Lind, las reales líneas de batalla son nítidas a partir de que se rompieron los compromisos de clase de la mitad del siglo pasado entre empresarios –una súper-clase de una élite universitaria aglutinada en centros urbanos de altos ingresos que dominan el gobierno, la economía y la cultura– y la alicaída subclase obrera, ubicada en las tierras profundas rurales de baja intensidad demográfica, primordialmente constituida por blancos y nativos.
Su guerra de clases versa desde la migración, pasando por el medio ambiente, hasta los valores sociales, donde la súper-clase empresarial va ganando la batalla, en medio del profundo declive de las instituciones que protegían a la clase obrera.
A su juicio, hoy la súper-clase controla las trasnacionales y los multimedia, y su desenlace es un trilema:
1. Triunfo de la súper-clase –la oligarquía/plutocracia– y su “sistema de castas high-tech”.
2. Empoderamiento de los populistas (sic), huérfanos de reformas constructivas.Esto es muy debatible: el populismo chino es próspero y está altamente tecnificado cuando lleva la delantera espacial del 6G (https://bit.ly/36zXc59).
Y 3. Un compromiso de clases que otorgue real poder a la clase obrera. Habría que definir que significa y en qué consiste el poder real en la fase de la cibercracia de EEUU. Lind le apuesta ostensiblemente a esta opción intermedia muy etérea cuando la impotente clase obrera de EEUU ha sido prácticamente decapitada.
¿Qué tan válida es la taxonomía de Lind sobre la existencia de sólo esas dos clases antagónicas? ¿No existen más?
El británico Alastair Crooke, anterior espía británico del MI6 y ex asesor del español Javier Solana, ex canciller de la Unión Europea –evoca el impasse vigente cuando Biden puede o no ganar, peroTrump es el presidente de la República Roja https://bit.ly/38H8h6T).
Alastair Crooke pone en duda la legitimidad del proceso electoral al presuponer la manipulación cibernética del sufragio en Wisconsin y Michigan, que abonan a la dinámica de balcanización de EEUU.
Crooke fustiga severamente a Lind, cuyo concepto de una “sociedad tecno-dirigida (managedsociety)”, basada en la ciencia, forma parte de la programática de Biden.
El problema radica en que, a juicio de Crooke,EEUU se ha fracturado en dos placas tectónicas que se disgregan en diferentes direcciones cuando una mitad del electorado estadunidense votó precisamente para expulsar a la otra mitad. ¿Cuál será la placa tectónica menos afectada?