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Los comentarios de Marx sobre Proudhon en su fallecimiento


«Muy señor mío:
Ayer recibí su carta en la que me invita usted a dar un juicio detallado sobre Proudhon [1]. La falta de tiempo no me permite atender a su deseo.

Además, no tengo a mano ni un solo trabajo de Proudhon. Sin embargo, y en prueba de mi buena voluntad, he trazado a toda prisa un breve esbozo.

Puede usted completarlo, alargarlo o reducirlo; en una palabra, puede usted hacer con él lo que mejor le parezca [2].

No recuerdo ya cuáles fueron los primeros ensayos de Proudhon. Su trabajo de escolar sobre La lengua universal [3] demuestra la falta de escrúpulo con que trataba problemas para cuya solución le faltaban los conocimientos más elementales.

Su primera obra Qu' est-ce que la propiété? [¿Qué es la propiedad?] es indudablemente la mejor de todas.

Aunque no por la novedad de su contenido, sí por la forma nueva y audaz de decir lo viejo, el trabajo marca una época.

En las obras de los socialistas y comunistas franceses conocidas por él, la «propiété» no sólo había sido, como es natural, criticada desde varios puntos de vista, sino también utópicamente «abolida». Con este libro, Proudhon se coloca con respecto a Saint-Simon y Fourier aproximadamente en el mismo plano en que Feuerbach se encuentra con respecto a Hegel. Comparado con Hegel, Feuerbach es extremadamente pobre.

Sin embargo, después de Hegel señala una época, ya que realza algunos puntos desagradables para la conciencia cristiana e importantes para el progreso de la crítica y que Hegel dejó en una mística penumbra.

En esta obra de Proudhon predomina aún, permítaseme la expresión, un estilo de fuerte musculatura, el cual, a mi juicio, constituye su principal mérito.

Se ve que, incluso en los lugares donde Proudhon se limita a reproducir lo viejo, dicha reproducción constituye para él un descubrimiento propio; cuanto dice es para él algo nuevo y lo considera como tal.

La audacia provocativa con que ataca el sancta santorum de la Economía política, las ingeniosas paradojas con que se burla del sentido común burgués, la crítica demoledora, la ironía mordaz, ese profundo y sincero sentimiento de indignación que manifiesta de cuando en cuando contra las infamias del orden existente, su convicción revolucionaria, todas estas cualidades contribuyeron a que el libro ¿Qué es la propiedad? electrizase a los lectores y produjese una gran impresión desde el primer momento de su salida a la luz.

En una historia rigurosamente científica de la Economía política, dicho libro apenas hubiese merecido los honores de ser mencionado.

Pero, lo mismo que en la literatura, las obras sensacionales de este género juegan su papel en la ciencia. Tómese, por ejemplo, el libro de la Población de Malthus.

En su primera edición no constituyó más que un «sensational pamphlet», y, por añadidura, un plagio desde la primera hasta la última línea.

Y a pesar de todo, ¡cómo impresionó este libelo contra el género humano!.

De tener a mano el libro de Proudhon me hubiese sido fácil demostrar con algunos ejemplos su modalidad inicial.

En los párrafos considerados por él mismo como los más importantes, imita a Kant —el único filósofo alemán que conocía en aquella época a través de las traducciones— en la manera de tratar las antinomias, dejándonos la firme impresión de que para él, lo mismo que para Kant, la solución de las antinomias es algo situado «más allá» de la razón humana, es decir, algo que para su propio entendimiento permanece en la oscuridad.

A pesar de todo su carácter aparentemente archirrevolucionario, en ¿Qué es la propiedad? nos encontramos ya con la contradicción de que Proudhon, de una parte, critica la sociedad a través del prisma y con los ojos del campesino parcelario francés más tarde del petit bourgeois[ pequeña burguesía], y de otra, le aplica la escala que ha tomado prestada a los socialistas.

El propio título indica ya las deficiencias del libro.

El problema había sido planteado de un modo tan erróneo, que la solución no podía ser acertada. Las «relaciones de propiedad» de los tiempos antiguos fueron destruidas por las feudales, y éstas por las «burguesas». Así pues, la propia historia se encargó de someter a crítica las relaciones de propiedad del pasado.

De lo que trata en el fondo Proudhon es de la moderna propiedad burguesa, tal como existe hoy día.

A la pregunta ¿qué es esa propiedad? sólo se podía contestar con un análisis crítico de la «Economía política», que abarcase el conjunto de esas relaciones de propiedad, no en su expresión jurídica, como relaciones volitivas, sino en su forma real, es decir, como relaciones de producción.

Mas como Proudhon vinculaba todo el conjunto de estas relaciones económicas al concepto jurídico general de «propiedad», «la propiété» no podía ir más allá de la contestación que ya Brissot había dado en una obra similar [4], antes de 1789, repitiéndola con las mismas palabras: «La propiété c'est le vol» [La propiedad es robada].

En el mejor de los casos, de aquí se puede deducir únicamente que el concepto jurídico burgués del «robo» es aplicable también a las ganancias «bien habidas» del propio burgués. Por otro lado, en vista de que el «robo» como violación de la propiedad, presupone la propiedad, Proudhon se enredó en toda clase de sutiles razonamientos, oscuros hasta para él mismo, sobre la verdadera propiedad burguesa.

Durante mi estancia en París, en 1844, trabé conocimiento personal con Proudhon. Menciono aquí este hecho porque, en cierto grado, soy responsable de su «sophistication», como llaman los ingleses a la adulteración de las mercancías.

En nuestras largas discusiones, que con frecuencia duraban toda la noche, le contagié, para gran desgracia suya, el hegelianismo, que por su desconocimiento del alemán no pudo estudiar a fondo. Después de mi expulsión de París, el señor Karl Grün continuó lo que yo había iniciado.

Como profesor de filosofía alemana me llevaba la ventaja de no entender una palabra en la materia.

Poco antes de que apareciese su segunda obra importante, Filosofía de la miseria, etc., me anunció él mismo su próxima publicación en una carta muy detallada, donde, entre otras cosas, me decía lo siguiente: «J'attends votre férule critique» [Espero la férula de su crítica»]. En efecto, mi crítica cayó muy pronto sobre él –en mi libro «Miseria de la Filosofía», etc., París, 1847– en tal forma que puso fin para siempre a nuestra amistad.

Por lo que acabo de decir verá usted que en su libro «Filosofía de la miseria o Sistema de las contradicciones económicas» Proudhon responde realmente por vez primera a la pregunta «¿Qué es la propiedad?».

De hecho, tan sólo después de la publicación de su primer libro fue cuando Proudhon inició sus estudios económicos; y descubrió que a la pregunta que había planteado no se podía contestar con invectivas, sino únicamente con un análisis de la «Economía política» moderna.

Al mismo tiempo, hizo un intento de exponer dialécticamente el sistema de las categorías económicas. En lugar de las insolubles «antinomias» de Kant, ahora tenía que aparecer la «contradicción» hegeliana como medio de desarrollo.

En el libro que escribí como réplica hallará usted la crítica de los dos gruesos volúmenes de su obra. Allí demuestro entre otras cosas lo poco que ha penetrado Proudhon en los secretos de la dialéctica científica y hasta qué punto, por otro lado, comparte las ilusiones de la filosofía especulativa, cuando, en lugar de considerar las categorías económicas como expresiones teóricas de relaciones de producción formadas históricamente y correspondientes a una determinada fase de desarrollo de la producción material, las convierte en un modo absurdo en ideas eternas, existentes de siempre, y cómo, después de dar este rodeo, retorna al punto de vista de la Economía burguesa [5].

Más adelante demuestro también lo insuficiente que es su conocimiento -a veces digno de un escolar- de la «Economía política», a cuya crítica se dedica, y cómo, al igual que los utopistas, corre en pos de una pretendida «ciencia», con ayuda de la cual se puede elucubrar a priori una fórmula para la «solución del problema social», en lugar de ir a buscar la fuente de la ciencia en el conocimiento crítico del movimiento histórico, de ese movimiento que crea por sí mismo las condiciones materiales de la emancipación.

 Demuestro allí, sobre todo, lo confusas, erróneas e incompletas que siguen siendo las concepciones de Proudhon sobre el valor de cambio, base de todas las cosas, y cómo, incluso, ve en la interpretación utópica de la teoría del valor de Ricardo la base de una nueva ciencia. 
Mi juicio sobre su punto de vista general lo resumo en las siguientes palabras:

«Toda relación económica tiene su lado bueno y su lado malo; éste es el único punto en que el Sr. Proudhon no se ha refutado a sí mismo.

En su opinión, el lado bueno lo exponen los economistas, y el lado malo lo denuncian los socialistas.

De los economistas toma la necesidad de relaciones eternas, y de los socialistas, esa ilusión que no les permite ver en la miseria nada más que miseria –en lugar de ver en ella el lado revolucionario destructivo que ha de acabar con la vieja sociedad–. Proudhon está de acuerdo con unos y otros, tratando así de apoyarse en el prestigio de la ciencia.

En él, la ciencia se reduce a las magras proporciones de una fórmula científica; es un hombre a la caza de fórmulas.

De este modo, el Sr. Proudhon se envanece con la idea de haber sometido a crítica la Economía política y el comunismo, cuando en realidad está muy por debajo de los dos.

Está por debajo de los economistas, pues se imagina que como filósofo detentador de una fórmula mágica se halla libre de entrar en detalles puramente económicos; está por debajo de los socialistas, pues carece de valor y perspicacia suficiente para situarse, aunque sólo sea especulativamente, por encima del horizonte intelectual burgués. (...)

Quiere remontarse, como hombre de ciencia, por encima de los burgueses y de los propietarios, pero no es más que un pequeño burgués que oscila constantemente entre el capital y el trabajo, entre la Economía política y el comunismo». (Karl Marx; Miseria de la filosofía, 1847)

Por severo que pueda parecer este juicio, suscribo hoy día cada una de sus palabras. Al mismo tiempo, es preciso tener presente que en la época en que yo afirmé y demostré teóricamente que el libro de Proudhon era el código del socialismo del petit bourgeois, los economistas y los socialistas excomulgaban a Proudhon por ultraarchirrevolucionario.

Esta es la razón de que después jamás haya unido mi voz a la de los que gritaban su «traición» a la revolución. Y no es culpa suya si, mal comprendido en un principio tanto por los demás como por él mismo, no ha justificado las inmerecidas esperanzas.

En comparación con: ¿Qué es la propiedad?, en la Philosophie de la misère [Filosofía de la miseria] todos los defectos del modo de exposición proudhoniano resaltan con particular desventaja. El estilo es a cada paso ampoulè [ ampuloso], como dicen los franceses. Siempre que le falla la agudeza gala aparece una pomposa jerga especulativa que pretende ser el estilo filosófico alemán.

Dan verdadera grima sus alabanzas a sí mismo, su tono chillón de pregonero y, sobre todo, los alardes que hace de una supuesta «ciencia» y toda su cháchara en torno a ella. El sincero calor que anima su primera obra, aquí, en determinados pasajes, se sustituye de un modo sistemático por el ardor febril de la declamación.

A todo esto viene a sumarse ese afán impotente y repulsivo por hacer gala de erudición, afán propio de un autodidacta, cuyo orgullo nato por su pensamiento original e independiente ya está quebrantado, y que en su calidad de parvenu [advenediz] de la ciencia se considera obligado a presumir de lo que no es y de lo que no tiene.

Y, por añadidura, esa mentalidad de pequeño burgués, que le impulsa a atacar de un modo indigno, grosero, torpe, superficial y hasta injusto a un hombre como Cabet –merecedor de respeto por su actividad práctica en el movimiento del proletariado francés–, mientras extrema su amabilidad, por ejemplo, con Dunoyer –consejero de Estado, ciertamente–, a pesar de que toda la significación de este Dunoyer se reduce a la cómica seriedad con que en tres gruesos volúmenes [6], insoportablemente tediosos, predica el rigorismo, caracterizado por Helvetius en los términos siguientes: «On veut que les malheureux soient parfaits» [Se quiere que los desgraciados sean perfectos].

La revolución de Febrero [7] fue realmente muy inoportuna para Proudhon, pues tan sólo unas semanas antes había demostrado de un modo irrefutable que «la era de las revoluciones» había pasado para siempre.

 Su intervención en la Asamblea Nacional merece todos los elogios, a pesar de haber puesto de manifiesto lo poco que comprendía todo lo que estaba ocurriendo [8]. Después de la insurrección de Junio [9] constituyó un acto de gran valor.

Su intervención tuvo, además, resultados positivos: en el discurso [10] que pronunció para oponerse a las proposiciones de Proudhon, y que fue editado más tarde en folleto aparte, el Sr. Thiers demostró a toda Europa cuán mísero e infantil era el catecismo que servía de pedestal a ese pilar espiritual de la burguesía francesa. Comparado con el Sr. Thiers, Proudhon adquiría ciertamente las dimensiones de un coloso antediluviano.

El descubrimiento del «crédit gratuit» y el «banque du peuple», basado en él, son las últimas «hazañas» económicas de Proudhon.

En mi Contribución a la crítica de la Economía Política, fasc. I, Berlín, 1859 (págs. 59-64), se demuestra que la base teórica de sus ideas tiene su origen en el desconocimiento de los principios elementales de la «Economía política» burguesa, a saber, la relación entre la mercancía y el dinero, mientras que la superestructura práctica no es más que una simple reproducción de esquemas mucho más viejos y mejor desarrollados.

No cabe duda y es de por sí evidente que el crédito, como ocurrió en Inglaterra a principios del siglo XVIII, y como volvió a ocurrir en ese mismo país a principios del XIX, ha contribuido a que las riquezas pasen de manos de una clase a las de otra, que, en determinadas condiciones económicas y políticas, puede ser un factor que acelere la emancipación del proletariado.

 Pero es una fantasía genuinamente filistea considerar que el capital que produce interés es la forma principal del capital y tratar de convertir una aplicación particular del crédito -una supuesta abolición del interés- en la base de la transformación de la sociedad. En efecto, esa fantasía ya había sido minuciosamente desarrollada por los portavoces económicos de la pequeña burguesía inglesa del siglo XVII.

La polémica de Proudhon con Bastiat (1850) sobre el capital que produce interés [11] está muy por debajo de la Filosofía de la miseria. Proudhon llega al extremo de ser derrotado hasta por Bastiat, y entra en un cómico furor cada vez que el adversario le asesta algún golpe.

Hace unos cuantos años, Proudhon escribió para un concurso organizado, si mal no recuerdo, por el Gobierno de Lausana, un trabajo sobre Los impuestos. Aquí desaparecen por completo los últimos vestigios del genio y no queda más que el petit bourgeois tout pur [pequeño burgués puro y simple].

Por lo que respecta a las obras políticas y filosóficas de Proudhon, todas ellas demuestran el mismo carácter doble y contradictorio que en sus trabajos sobre Economía.

Además, su valor es puramente local; se refieren únicamente a Francia. Sin embargo, sus ataques contra la religión, la Iglesia, etc. tienen un gran mérito por haber sido escritos en Francia en una época en que los socialistas franceses creían oportuno hacer constar que sus sentimientos religiosos les situaban por encima del volterianismo burgués del siglo XVIII y del ateísmo alemán del siglo XIX. Si Pedro el Grande había derrotado la barbarie rusa recurriendo a la barbarie, Proudhon hizo todo lo que pudo para derrotar con la frase la fraseología francesa.

Su libro sobre el Coup d'état [Golpe de estado] no debe ser considerado simplemente como una obra mala, sino como una verdadera villanía que, por otra parte, corresponde plenamente a su punto de vista pequeño burgués. En este libro coquetea con Luis Bonaparte y trata de hacerle aceptable para los obreros franceses. Otro tanto ocurre con su última obra contra Polonia [12], en la que, para mayor gloria del zar, demuestra el cinismo propio de un cretino.

Proudhon ha sido frecuentemente comparado con Rousseau. Nada más erróneo. Más bien se parece a Nic. Linguet, cuyo libro, La teoría de las leyes civiles, es, dicho sea de paso, una obra de talento.

Proudhon tenía una inclinación natural por la dialéctica. Pero como nunca comprendió la verdadera dialéctica científica, no pudo ir más allá de la sofística.

En realidad, esto estaba ligado a su punto de vista pequeñoburgués. Al igual que el historiador Raumer, el pequeño burgués consta de «por una parte» y de «por otra parte». Como tal se nos aparece en sus intereses económicos, y por consiguiente, también en su política y en sus concepciones religiosas, científicas y artísticas. Así se nos aparece en su moral e in everything [ en todo].

 Es la contradicción personificada. Y si por añadidura es, como Proudhon, una persona de ingenio, pronto aprenderá a hacer juegos de manos con sus propias contradicciones y a convertirlas, según las circunstancias, en paradojas inesperadas, espectaculares, ora escandalosas, ora brillantes.

El charlatanismo en la ciencia y la contemporización en la política son compañeros inseparables de semejante punto de vista. A tales individuos no les queda más que un acicate: la vanidad; como todos los vanidosos, sólo les preocupa el éxito momentáneo, la sensación.

Y aquí es donde se pierde indefectiblemente ese tacto moral que siempre preservó a un Rousseau, por ejemplo, de todo compromiso, siquiera fuese aparente, con los poderes existentes.

Tal vez la posteridad distinga este reciente período de la historia de Francia diciendo que Luis Bonaparte fue su Napoleón y Proudhon su Rousseau-Voltaire.

Ahora hago recaer sobre usted toda la responsabilidad por haberme impuesto tan pronto después de la muerte de este hombre el papel de juez póstumo». (Karl Marx; Sobre Proudhon –Carta a J. B. Schweitzer–, 24 de enero de 1865)

Anotaciones:

[1] Con motivo de la muerte de Proudhon, Marx escribió el artículo Sobre Proudhon a petición de Schweitzer, redactor del periódico Social-Demokrat. Como si hiciese un resumen de la crítica de las concepciones filosóficas, económicas y políticas de Proudhon, expuesta en los trabajos Miseria de la Filosofía y otros, Marx pone al descubierto todo lo insostenible que es la ideología del proudhonismo. Al referirse a los proyectos prácticos de Proudhon de «solución de la cuestión social», Marx somete a una crítica demoledora la idea de Proudhon acerca del «crédito gratuito» y la del «banco del pueblo» basado en el primero, esa, según expresión de Marx, «fantasía genuinamente pequeñoburguesa», de la que hace tanta propaganda la escuela de Proudhon. Marx califica a Proudhon de típico ideólogo de la pequeña burguesía.

[2] El Social-Demokrat [«Socialdemócrata»] era órgano de la lassalleana Asociación General de Obreros Alemanes. Con ese título, el periódico se publicó en Berlín desde el 15 de diciembre de 1864 hasta el año de 1871; en el período de 1864 a 1867 su redactor fue J. B. Schweitzer.- 20

[3] Alusión al trabajo de Proudhon Essai de grammaire générale [«Ensayo de gramática general»] insertado en el libro: Bergier. Les éléments primitifs des langues. Besançon, 1837.- 20

[4] Trátase del trabajo de J. P. Brissot de Warville Recherches philosophiques. Sur le droit de propiété et sur le vol, considérés dans la nature et dans la société [«Investigaciones filosóficas. Del derecho de propiedad y del robo, considerados en la naturaleza y en la sociedad»].

[5] «Al decir que las actuales relaciones –las de la producción burguesa– son unas relaciones naturales, los economistas dan a entender que se trata precisamente de unas relaciones bajo las cuales la creación de la riqueza y el desarrollo de las fuerzas productivas se producen de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Por consiguiente, estas relaciones son en sí leyes naturales, independientes de la influencia del tiempo. Son leyes eternas que deben regir siempre la sociedad. De este modo, hasta ahora ha habido historia, pero ahora ya no la hay» (pág. 113 de mi libro).

[6] Ch. Dunoyer. De la liberté du travail, ou Simple exposé des conditions dans lesquelles les forces humaines s'exercent avec le plus de puissance [«De la libertad del trabajo o Simple exposición de las condiciones en que las fuerzas humanas se manifiestan con la mayor eficacia»]. T. I-III, París, 1845.- 25,

[7] Trátase de la revolución de Febrero de 1848 en Francia.- 25

[8] Se alude al discurso de Proudhon pronunciado el 31 de julio de 1848 en la Asamblea Nacional de Francia. Tras de hacer varias propuestas concebidas en el espíritu de las doctrinas utópicas pequeñoburguesas (crédito gratuito, etc.), Proudhon calificó de violencia y arbitrariedad las represiones emprendidas por las autoridades contra los participantes en la insurrección proletaria de París el 23-26 de junio de 1848.- 25

[9] La insurrección de Junio, heroica insurrección de los obreros de París el 23-26 de junio de 1848, reprimida con inaudita crueldad por la burguesía francesa, fue la primera gran guerra civil entre el proletariado y la burguesía.

[10] Trátase del discurso de Thiers pronunciado el 26 de julio de 1848 contra las propuestas de Proudhon presentadas a la comisión financiera de la Asamblea Nacional de Francia.- 25

[11] Gratuité du crédit. Discussion entre M. Fr. Bastiat et M. Proudhon [«Crédito gratuito. Discusión entre el señor Fr. Bastiat y el señor Proudhon»]. París, 1850.- 26

[12] P. J. Proudhon. Si les traités de 1815 ont cessé d'exister? Actes du futur congrès [«¿Han dejado de regir los tratados de 1815? Actas del futuro congreso»]. París, 1863. En esta obra, Proudhon se opone a la revisión de los acuerdos del Congreso de Viena sobre Polonia y a que la democracia europea apoye el movimiento de liberación nacional de Polonia, justificando de esta manera la política opresora aplicada por el zarismo ruso.

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