Enturbiar la renovada relación diplomática entre Cuba y Estados Unidos, en particular con el nuevo gobierno en aquel país, es el anhelo de parásitos fascistas que por medio siglo han subvertido a Gobiernos, en nombre de la democracia y los derechos humanos.
Hace días, fracasó el plan cerril de montar un espectáculo “opositor” con figuras extranjeras, para arrinconar al Gobierno de la Revolución más prestigiada del planeta.
Querían dar un pretexto al nuevo inquilino de la Casa Blancapara volcarse contra la isla, pero se frustraron cuando La Habana negó el ingreso a esos “invitados” legitimadores de la violencia interna.
Y es que Cuba no olvida las lecciones de la historia.
Que en este capítulo, el Secretario General de la tristemente célebre Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro Lemes, fuera un protagonista ávido de servir a los más mezquinos intereses, no sólo constata que esa agrupación apostó por la deshonra, sino que agoniza.
Al prestarse a recibir un premio de manos de supuestos disidentes y expresarse con perturbadora grosería del Gobierno cubano, Almagro apostó por la violencia, la confrontación y la instigación, todo lo contrario a lo que exige su cargo como diplomático regional.
¿Tan devaluado está el excanciller uruguayo que le urgía recibir un papelito de fascistas? Sus agresivas expresiones parecen olvidar que en 2009 los miembros de la OEA elevaron su voz para exigir la reincorporación de Cuba.
Y tampoco recuerda que fueron los cubanos los que rechazaron volver a la OEA, pues no olvidan el oscuro historial de traiciones, dobles discursos y vilezas de Washington avalados por el organismo regional contra los pueblos nicaragüense, chileno, guatemalteco, argentino, uruguayo, venezolano, boliviano, ecuatoriano y cubano, entre muchos otros.
Menos aún quiere acordarse de que en julio de 2014 él mismo sostenía que Cuba “debería volver a ocupar un sillón en el organismo”
Pero la actitud mezquina de Luis Almagro no se limita a Cuba.
La prensa corporativa reseñó el 10 de febrero que cuando se preguntó su opinión sobre el plan de levantar un muro entre Estados Unidos y México, él respondió: “Ya había muro fronterizo y deportaciones antes de la llegada” de Donald Trump.
Esa respuesta contrasta con la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA, que instó al nuevo gobierno de E.U. a “dejar sin efecto” las órdenes ejecutivas sobre inmigración y refugio, por considerar que conllevan un alto grado de discriminación de las comunidades migrantes y grupos minoritarios, en particular latinos y musulmanes.
Es decir, el hombre cuya investidura le obliga a actuar en función de los mejores intereses de los pueblos del continente americano, no ve problema en separar familias.
Felipe Calderón (Fecal), no representa a nadie,sólo a sí mismo.
El sorprendido expresidente no acaba de explicarse por qué no se tomó la foto con un grupito de trasnochados provocadores, cuyo vacío ideológico sustituyen con manoseos interminables de conceptos como “democracia”, “libertad” y “apertura”.
En su arrogante inconciencia, Fecal cree que sus anfitriones ignoran que el suyo fue un sexenio de sangre (2006-2012) con un saldo de ingobernabilidad, que dejó un país con mayor violencia de cómo lo recibió: con 300% más secuestros (en 2006 había 620 al año y en 2011 hubo casi 3 mil) y que desplegó al Ejército a la calle.
A una década de la guerra antidrogas de Fecal, se contabilizan 150 mil muertos y unos 28 mil desaparecidos, de ahí que su promesa haya sido “grandilocuente y su estrategia, simplista” estimaba en septiembre pasado José Luis Pardo Veiras en The New York Times.
Con ese saldo negro a cuestas, el legitimador de la violenta disidencia cubana no quiere que se conozca que su gobierno se sometió al de E.U. de forma inédita al suscribir el mayor número de acuerdos de seguridad e inteligencia.
Favorecedor del capital corporativo expoliador, Fecal desapareció la empresa estatal Luz y Fuerza del Centro en beneficio de firmas privadas y dejó un mediocre crecimiento económico inferior al 2%.
Por ello, Fecal terminó su gestión con un porcentaje menor de preferencias que sus dos antecesores: Vicente Fox y Ernesto Zedillo.
La hija del expresidente chileno Patricio Aylwin iba gustosa a La Habana a recibir un papelito de los violentos provocadores “en homenaje” a su papá.
Ella sabía que el acto había sido declarado ilegal por las autoridades cubanas y aún así, le “hacía ilusión” jugar a la demócrata.
Lo que la exministra no quiere reconocer es el testimonio doloroso de cientos de chilenos torturados, que declararon que más los había torturado “la democracia” de Aylwin que la dictadura.
Con absoluta falta de vergüenza, respeto y sensibilidad, ella pidió a su gobierno condenar el acto soberano de Cuba, “que me recuerda la dictadura de Pinochet”.
Tal como ocurre con las redes de la delincuencia organizada trasnacional, los nodos “opositores” en el país anfitrión – Cuba - sólo son parte visible de una gran estructura multidimensional.
Los grupos, que ostentanpretensiosos nombres como: Centro Democracia y Comunidad o Centro de Estudios y Gestión para el Desarrollo de América Latina (aunque nunca hayan movido un dedo en favor de ese objetivo), operan subordinados a los recursos económicos, técnicos y mediáticos que ponen a su disposición los programas subversivos de agencias como la Fundación Nacional para la Democracia (NED, en inglés) o la funesta Agencia de E.U. para el Desarrollo Internacional (USAID).
Ninguno es transparente (no rinden cuentas) ni es democrático. Sus cursos incluyen tácticas, técnicas y estrategias para subvertir el orden legal en los gobiernos progresistas latinoamericanos.
Para evitar actos violentos de provocación, que incitan al odio entre pueblos hermanos, las autoridades cubanas negaron el ingreso a su país a esos “invitados”, apologistas de la mano dura, socios de mercenarios y amigos de falsas víctimas.
Hoy fracasó la provocación.
Habrá que seguir de cerca los actos de los provocadores, nadie es inocente.
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