7 de noviembre de 2014, se cumplen 97 años de la toma del Palacio de Invierno en aquella Rusia de 1917. Aquel hecho supuso el inicio de una de las experiencias más revolucionarias en la historia de la humanidad.
Desde la rebelión de Espartaco contra Roma, pasando por la Revolución Francesa o la comuna de París, no existen precedentes a un salto evolutivo tan colosal en la historia de nuestra especie.
Aún hoy, los objetivos de la Revolución Socialista de Octubre no se han conseguido, pero eso no significa que su obra esté fracasada, sino que está por terminar.
En vísperas del 4º aniversario de la toma del Palacio de Invierno, en 1921, Vladimir Lenin escribía en Pravda:
"Se avecina el cuarto aniversario del 25 de octubre (7 de noviembre).
Cuanto más tiempo nos separa de esta gran jornada, tanto más claro aparece el significado de la revolución proletaria en Rusia y tanto más hondo reflexionamos sobre la experiencia práctica, en conjunto, de nuestro trabajo. (...)
Este significado y esta experiencia podrían exponerse brevemente de forma, muy distante de ser completa y exacta:
La tarea directa e inmediata de la revolución en Rusia era democrática burguesa: acabar con los restos de todo lo medieval, barrerlos hasta el fin, limpiar a Rusia de esa barbarie, de esa vergüenza, de ese inmenso freno para toda la cultura y todo el progreso en nuestro país.
Y nos enorgullecemos con razón de haber llevado a cabo esa limpieza con mucha más energía, rapidez, audacia, éxito, amplitud y profundidad, desde el punto de vista de la influencia sobre las masas del pueblo, sobre el grueso de la nación, que la Gran Revolución Francesa hace más de ciento veinticinco años.
¡Estos cobardes, charlatanes, fatuos Narcisos y Hamlets de sainete blandían una espada de cartón y ni siquiera destruyeron la monarquía! Nosotros hemos echado fuera como nadie y como nunca toda la basura monárquica.
No hemos dejado piedra sobre piedra ni ladrillo sobre ladrillo en el edificio secular de la división estamental (¡los países más adelantados, como Inglaterra, Francia y Alemania, no se han desembarazado todavía de los vestigios de esa división!)
Hemos arrancado definitivamente las raíces más hondas de los estamentos, a saber: los restos del feudalismo y de la servidumbre en la propiedad de la tierra. (...)
El régimen soviético es precisamente una de las confirmaciones o manifestaciones evidentes de esta transformación de una revolución en otra.
El régimen soviético es el máximo grado de democracia para los obreros y los campesinos y, a la vez, significa la ruptura con la democracia burguesa y el surgimiento de un nuevo tipo de democracia, de alcance histórico universal: la democracia proletaria.
No importa que los perros y los cerdos de la moribunda burguesía y la democracia pequeñoburguesa que los sigue nos cubran de improperios, maldiciones y burlas a montones por los desaciertos y los errores que hemos cometido al construir nuestro régimen soviético.
No olvidamos un momento que, en efecto, hemos tenido y tenemos aún muchos desaciertos y errores.
¡Y cómo no íbamos a tenerlos en una obra tan nueva, nueva en toda la historia mundial, como es la de crear un tipo de régimen estatal sin precedente!Lucharemos sin cesar para corregir nuestros desaciertos y nuestros errores, para mejorar la forma en que aplicamos los principios soviéticos, que dista aún mucho, muchísimo, de ser perfecta.
Pero podemos estar y estamos orgullosos de que nos haya caído en suerte la felicidad de iniciar la construcción del Estado soviético, de iniciar así una nueva época de la historia universal, la época de la dominación de una clase nueva, oprimida en todos los países capitalistas, de la clase que avanza por doquier hacia una vida nueva, hacia la victoria sobre la burguesía, hacia la dictadura del proletariado, hacia la liberación de la humanidad del yugo del capital y de las guerras imperialistas.
Por primera vez después de siglos y milenios, esta consigna ha dejado de ser una espera vaga e impotente para convertirse en un programa político claro y preciso, en una lucha enérgica de millones de oprimidos dirigida por el proletariado; se ha convertido en la primera victoria del proletariado, en el primer triunfo en la obra de acabar con las guerras, en un triunfo de la alianza de los obreros de todos los países sobre la alianza de la burguesía de las distintas naciones, de la burguesía que hace unas veces la paz y otras la guerra a costa de los esclavos del capital, a costa de los obreros asalariados, a costa de los campesinos, a costa de los trabajadores.
Nosotros hemos empezado la obra. Poco importa saber cuándo, en qué plazo y en qué nación culminarán los proletarios esta obra. Lo esencial es que se ha roto el hielo, que se ha abierto el camino, que se ha indicado la dirección."
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