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“Debemos esperar mucho del tiempo, su inmenso vientre contiene
más esperanzas que sucesos pasados y los prodigios futuros
deben ser superiores a los pretéritos”
SIMÓN BOLÍVAR
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Este segundo artículo forma parte de una intensa y emocionante serie monográfica dedicada a los procesos de liberación de los pueblos hermanos latinoamericanos.
Para una óptima comprensión del mismo, recomendamos encarecidamente el visionado previo del primer artículo, ya que la serie sigue una lógica y necesaria secuencia cronológica.
A continuación os facilitamos el enlace al primer artículo, en el cual se irán aglutinando los enlaces de toda la serie:
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LOS PROCESOS DE INDEPENDENCIA (S. XIX)
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Con los triunfos en las batallas de Boyacá (1819), Carabobo (1821) y Pichincha (1822), Bolívar sella militarmente la unidad territorial de la nueva República, la Gran Colombia, un estado bioceánico con un poder militar y marítimo forjado en grandes batallas, y un territorio superior al de cualquier potencia europea.
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El proyecto de Bolívar comenzaba a gestarse.
En el sur del continente, coincidiendo con la ofensiva Bolivariana del norte, el ejército de José de San Martín y Bernardo O’Higgins ha derrotado a los realistas y liberado a Chile (1817).
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Esta expedición avanza hacia el centro del poder español y ocupa Lima, proclamando la independencia peruana (1818).
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En Perú, donde se ha concentrado el grueso de la resistencia española, San Martín ha perdido sus principales apoyos (1820).
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Por una parte, está enfrentado a Rivadavia (Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de Buenos Aires), a quien ha desobedecido, porque Rivadavia le obligaba a volver.
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Asesinan al General Martín Miguel de Güemes (1820), un elemento clave de su retaguardia. Y es entonces cuando San Martín llama a Simón Bolívar porque Bolívar está mucho más fuerte en ese momento.
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En el encuentro de Guayaquil (1822), San Martín entrega a Bolívar el mando del Ejército Libertador. Unos meses antes, habían firmado el primer gran Tratado de Unión Suramericana.
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Con las victorias de Junín y Ayacucho en 1824, se expulsa definitivamente a los españoles de Suramérica.
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Sin embargo, lograda la Independencia, intereses divisionistas amenazan el proyecto de unidad continental.
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Bolívar, para evitarlo, convoca a los nacientes estados a un congreso en Panamá (1826). La convocatoria fracasa por el boicot oligárquico asociado a las injerencias norteamericana y angloportuguesa.
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La Patria Grande, terminará dividida en numerosas, dependientes e inestables repúblicas oligárquicas, donde las castas infames y los pueblos originarios permanecerán silenciados y excluídos.
Es el fin de la Primera Independencia.
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Se plantea ya la disputa entre las dos grandes opciones que van a ligar a América Latina. Por una parte, proyectos autonomistas, con una fuerte vocación de reivindicación social, y que buscan la integración latinoamericana como un modo de garantizar estos proyectos, porque saben que cada país aisladamente es demasiado débil.
Y por otro lado, lo que son los proyectos oligárquicos neo-coloniales de las clases privilegiadas criollas, que de alguna manera buscan formas de inserción subordinadas a las potencias de turno.
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Mientras tanto, el imperio inglés afianza su dominio económico, y coloca bonos usurarios a través de las bancas Goldsmith y Baring Brothers.
Nace la eterna deuda externa.
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1830 es un año aciago en la historia del continente latinoamericano. Corrientes separatistas desmantelan el Ejército Libertador y fragmentan la unidad de la Gran Colombia.
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En Venezuela se funda la Cuarta República (1830) como continuidad de las dos primeras repúblicas mantuanas.
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Expulsado de Venezuela y traicionado por sus propios generales, ahora aliados a la oligarquía criolla, Bolívar muere y deja como legado su más profunda convicción: “NUESTRA PATRIA ES AMÉRICA”.
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“En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos
y virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del norte,
los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables,
temo mucho que vengan a ser nuestra ruina…
Estamos dominados por los vicios que se contraen bajo
la dirección de una nación como la española,
que sólo ha sobresalido en fiereza,
ambición, venganza y envidia…”
SIMÓN BOLÍVAR
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LA INJERENCIA DEL GARROTE IMPERIAL
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Desde principios del siglo XIX, Estados Unidos se expande territorialmente. Adquiere grandes extensiones de tierra e invade y extermina antiguas naciones originarias.
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A través de la Doctrina Monroe, proclamada en 1823, y la Doctrina del Destino Manifiesto (1846), los colonos protestantes justifican su expansión continental con la excusa de llevar la libertad y la civilización a los territorios invadidos.
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Desde el comienzo hubo un intervencionismo sistemático. El caso más destacable es el de México, donde le quitaron el 50% de su territorio: California, Texas, Nuevo México, Nevada, Arizona…
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En 1835 los colonos protestantes ocupan e invaden Texas. Diez años después (1845), estos colonos, respaldados militarmente, exigen la independencia del territorio ocupado y su anexión a Estados Unidos.
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“¡Pobrecito México!
Tan lejos de Dios
y tan cerca de los Estados Unidos”
DICHO POPULAR MEXICANO
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En 1848, en una nueva guerra de conquista, ocupan militarmente la capital mexicana y obligan a México a ceder la mitad de su territorio.
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La expansión e injerencia imperial es imparable y se extenderá al resto del continente hasta nuestros días.
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