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Vaticano: La hija de Marcial Maciel

Sus apellidos no importan. Él no los registró legalmente, únicamente los dejó unidos por la alianza de sangre y el peso de su origen. Esa sangre, maldita o bendita, es la sangre de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, padre biológico de Norma, Raúl y Cristian.


Los tres son hermanos de padre, los tres están marcados por el mismo destino y los tres han sufrido en carne propia la patología sexual de un ser que iba destinado a santo.


 Norma vive en Madrid, mientras Raúl y Cristian (hermanos de madre) radican en Cuernavaca. 

Los tres desean obtener parte de la herencia de su padre. 

Los tres buscan una reparación al daño infligido por su progenitor y un reconocimiento de paternidad. Los tres exigen se les entregue lo que legítimamente les pertenece.

Norma, de 23 años, ha pactado con la actual cúpula de los Legionarios de Cristo y recibe, a cambio de su silencio, una pensión vitalicia que le permite vivir con todas las comodidades en la lujosa urbanización de Los Madroños en Madrid, España.

En cambio, Raúl y Cristian de 28 y 18 años, respectivamente, han vivido hasta ahora modestamente, incluso con dificultades económicas, esperando el apoyo de la Legión después de la muerte de su padre; algo que les ha sido negado. Raúl y Norma se conocen, pero ahora están distanciados. El dinero genera pleitos. Además, la relación entre ambos está marcada por el trauma de los abusos.

Raúl, que guarda un cierto parecido físico con su padre, tiene fotos, documentos, cartas, información de cuentas bancarias, e-mails, e incluso grabaciones que prueban su vínculo familiar con el fundador de los Legionarios. Decidido a buscar lo que dice le corresponde por derecho, buscó ayuda en otras víctimas de pederastia clerical, y encontró el apoyo legal que le permitiría acceder a la fortuna que su padre dejó después de acumular durante 50 años propiedades y enormes cantidades de dinero ofrendadas por piadosos católicos que creyeron en él y en su Orden.

Para demostrar su identidad, está dispuesto a someterse a una prueba de ADN, a fin de iniciar una lucha que sabe de antemano será difícil y larga si antes no llega a un acuerdo económico extrajudicial que les ahorraría a él, a su hermano y a su madre, muchos quebraderos de cabeza.“Los tres tendrán que demostrar que son hijos de Maciel”, dice de entrada el vaticanista español José Manuel Vidal, quien desde principios de este año les sigue la pista a los hijos de Maciel. “Afortunadamente, en México una prueba de ADN es fácil conseguirla. Eso sería definitivo. La pregunta que surge a continuación es: ¿Realmente les corresponde algo de la herencia multimillonaria de los Legionarios de Cristo?”.


Dinero, mucho dinero

La riqueza de los Legionarios de Cristo es un secreto pontificio. Como en la mayoría de las órdenes religiosas, la acumulación de riqueza ha sido la constante, con la particularidad de que en este caso, las ofrendas de millonarios mecenas han sido generosas y abundantes.

¿A cuánto asciende la fortuna de los Legionarios? Los cálculos a grosso modo sitúan la cantidad en más de 30 mil millones de dólares: “El problema es que ellos son muy astutos. Casi nada está a su nombre, mucho menos a nombre de Maciel. De hecho, aquí en México, según señalaba la Secretaría de Gobernación en un documento de 53 hojas de hace siete años, la única propiedad a nombre de los Legionarios sería la capillita de la Universidad Anáhuac en Tecamachalco”, dice en entrevista el ex legionario José Barba.

Peor aún, la hija y los hijos de Maciel enfrentarían serios problemas para obtener una parte de la herencia, porque las leyes de la Iglesia prohíben a sus sacerdotes, obispos o cardenales poseer bienes y heredarlos: “Desde el punto de vista de la congregación, no hay nada que sea heredable de parte del padre Maciel a sus hijos o quien sea, aunque él haya recaudado millones de dólares, e incluso dispuesto de ellos a discreción, como parece que lo hizo, en términos estatutarios no puede darse un ejercicio de herencia, y él definitivamente no pudo dejar un testamento”, dice a Cimacnoticis el ex sacerdote Alberto Athié, quien en su momento denunció los abusos sexuales que Maciel cometió contra sus discípulos.

Athié, quién prometió a Juan Manuel Fernández Amenábar, ex rector de la Universidad Anáhuac antes de la muerte de éste, que intentaría hacer justicia por los abusos que Amenábar sufrió del padre Maciel, es contundente: “Lo que sí puede haber, como en el caso de esta muchacha Norma, es acuerdo institucional de darle bienes y una pensión para su manutención. Ellas, las madres de estos muchachos, podrían haber interpuesto una demanda ante un juez civil contra Maciel por haber engendrado unos hijos y no haberse hecho responsable de ellos, y entonces el juez sí puede exigir el cumplimiento de alguna indemnización”.

La vía civil, pues, parece la más propicia para que los vástagos de Maciel intenten obtener dinero, pero según Athié, ni esta posibilidad es segura: “Supongamos que hay una condena de un juez civil para que parte o la totalidad de la herencia pase a sus hijos, la respuesta que le van a dar especialmente es que el padre Maciel no tiene la capacidad de heredar porque no posee bienes, porque esto forma parte del Derecho Canónico, particularmente lo que tiene que ver con la legislación sobre religiosos. Así que lo más viable son los arreglos extrajudiciales como en el caso de esta muchacha que vive en Madrid”.

El problema con los arreglos extrajudiciales es que a cambio se establece el silencio y la verdad que debería conocer la sociedad en su conjunto sobre la doble vida de Maciel quedaría nuevamente oculta. 

Lo más delicado del asunto, según José Barba, es que a estos muchachos los mueva únicamente el interés del dinero: “A nosotros, en cambio, la Iglesia nunca nos ha dado una reparación, y me consta que hay entre las víctimas de Maciel gente que tiene severos problemas económicos.

 A nosotros nunca nos movió el deseo de obtener dinero”.

Entre los prestanombres de los dineros acumulados por Maciel se encuentran no sólo sus fieles seguidores, sino también Armando Arias Sánchez y los hermanos de apellido Carredano: “Maciel era muy astuto para argüir todo, para poner a nombre de otras personas los bienes. Él hacía sus vericuetos y no daba cuenta a nadie de nada. 

Hay un dato: el Colegio de Roma desde los años cincuenta está a nombre de un franciscano alemán”.

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