Pablo Gonzalez

Nicaragua: Berta Calderon Roque

Todo el mundo sabe el nombre de Berta Calderón Roque, porque así se llama el Hospital de la Mujer de referencia nacional, es decir, adonde llegan las pacientes de toda Nicaragua.

 Sin embargo, muy poca gente conoce quién era Berta, cómo fue su vida y qué pensaba sobre el momento histórico que le tocó vivir.

Ella nació en Managua el 19 de noviembre de 1937. Era hija única de Nicolasa Roque Gutiérrez y de Fidel Calderón, ambos originarios del norte de Nicaragua: ella, de San Isidro, Matagalpa, y él, de San Juan de Limay, Estelí.

Cuando Berta era una niña su papá murió. Su mamá decidió irse de Managua para buscar mejoría económica. Entonces, dejó a la muchacha con su tía paterna llamada Sofía Calderón.

“Después Bertita fue hija de casa de la familia Sediles, que vivía por la iglesia San Antonio”, nos dice Sonia Calderón Flores, prima hermana de Berta.

 Ahora muchas personas ya no recuerdan qué significa hija de casa, pero antes era bastante común que la gente de escasos recursos económicos enviara a niñas o niños a casas de personas más acomodadas, para que trabajaran allí.

 No recibían salario, pero los patrones les daban la ropa y la comida, y les pagaban los estudios de primaria.

Qué tan bien o mal la pasaba una hija de casa dependía mucho de la familia con la que vivía. Sonia Calderón dice que Berta tuvo suerte. 

Los Sediles la trataban con respeto y la motivaban para que saliera adelante. En su casa la joven aprendió a cocinar muy bien y sabía preparar excelentes queques, se aficionó a la lectura y empezó a formar sus ideas sobre la política.

Primeros años

“Los Sediles eran adversarios de la dictadura de los Somoza. Tenían libros sobre la Revolución Cubana, Fidel Castro y el Che Guevara. A Bertita le gustaban mucho esos libros”, nos cuenta Sonia.

“Después de varios años de estar con aquella familia, Berta regresó a casa. Era fiestera, le gustaba bailar. Tenía la costumbre de celebrar los cumpleaños de sus sobrinos, les hacía queques. 

Mi mamá era auxiliar de enfermería del Hospital General el Retiro y llevó a Bertita a trabajar con ella. En marzo de 1965 ella entró allí como auxiliar de cocina”, recuerda Sonia. 

Sonia María Gutiérrez, otra prima hermana de Berta pero por el lado materno, nos cuenta que “ella dijo que quería estudiar y llegar a ser enfermera. 

Le gustaba la lectura, tenía amistad con muchachos universitarios. Volvió a encontrarse con su mamá y vivía con ella en el barrio el Recreo, de los Raspados Loli hacia adentro”.

“Trabajamos juntas en el Hospital el Retiro. Desde aquellos tiempos fuimos sindicalistas. Nos organizamos en la Federación de Trabajadores de la Salud, Fetsalud. 

Berta era una mujer muy decidida, callada, amorosa, respetuosa. Alta, recia, bien popular. Muy amorosa, sonriente. La gente la quería mucho”, nos relata con mucho detalle Sonia María.

El Hospital el Retiro fue destruido por el terremoto de 1972, y a todo el personal lo pasaron al Hospital Materno Infantil Fernando Vélez Páiz y luego, al Hospital Occidental, inaugurado en 1975. 
“Allí Berta hizo su curso de auxiliar de enfermería, y luego estudió para enfermera”, nos dice Carmen Natalia Sierra, quien fue su compañera de trabajo y amiga.

“Era muy buena compañera, le gustaba el trabajo y era muy entregada. Estuvo mucho tiempo en la Sala de Maternidad, era cariñosa con las mamás y con los bebés. 

Sus cualidades más grandes eran su humildad y su voluntad de ayudar siempre a la gente”, nos cuenta Carmen quien siempre trabaja como asistente de pacientes en el Hospital Berta Calderón.

En las luchas sindicales

Los años 70 eran tiempos de fuertes luchas sindicales en Nicaragua. Sonia Calderón recuerda que en aquel entonces Berta pedía reales en la calle y compraba alimentos para los huelguistas.

Carmen Natalia dice que el personal auxiliar de los hospitales fue mal pagado y el peor tratado. “Las autoridades de los hospitales eran todos oficiales de la Guardia Nacional. No se podía hacer ningún reclamo, había maltrato, el que reclamaba era corrido. 

Para comer traíamos tortillas, queso y café, y las compartíamos a escondidas para que no nos vieran y no nos corrieran” recuerda indignada.

“Me acuerdo que en la huelga del año 77, un capitán nos prohibió hasta ir al baño y beber agua... Creo que ahora el sueño de Berta se ha cumplido porque hoy se nos escucha cuando reclamamos”, nos dice con satisfacción Carmen Natalia.

El 5 de julio de 1978, cinco mil trabajadoras y trabajadores de 4 hospitales comenzaron un paro en demanda de un convenio colectivo que es un acuerdo especial entre autoridades y trabajadores sobre beneficios laborales que no están regulados por la ley. 

A los 3 días ya sumaban más de 10 mil trabajadores de trece hospitales y varios centros de salud.

En la guerrilla

Berta estuvo participando en aquella lucha, pero creía que las demandas sindicales ya no

eran suficientes. Para entonces ya había entrado en contacto con el Frente Sandinista de Liberación Nacional.

“La guerrilla se iba intensificando. Había cada vez más combates con la Guardia Nacional, y Berta atendía a los heridos en casas de seguridad. 

Siempre andaba gasas y algunos medicamentos, ella decía que era por si acaso. 

Cargaba un botiquín para atender a los heridos”, nos cuenta Carmen Natalia.

Aunque tenía muchas ocupaciones, Berta siguió estudiando. Carlos Solís estudió con ella el bachillerato del turno nocturno en el Colegio Andrés Bello, que quedaba frente al viejo edificio de Telcor en Managua. 

Estudiaron juntos el tercero y el cuarto año, no se graduaron porque las clases fueron suspendidas a causa de la guerra.

“Era alta, morena, hablaba muy despacito, con voz baja pero firme. Muy noble, amable, sociable, le ayudaba a cualquier persona, incluso a sus compañeros de aula”, recuerda Carlos.

La denuncia y la muerte

Berta fue asesinada y desaparecida por la Guardia Nacional el 18 de junio del 79, un mes antes del triunfo de la Revolución Popular Sandinista.

Enfrente de la casa de Berta vivía un hombre que la perseguía tratando de enamorarla, pero ella no le hacía caso, nos cuenta Sonia Gutiérrez. 

“Él la amenazaba, decía que ella iba a pagar por haberlo despreciado. Un día estuvo atendiendo a un herido, y el hombre le echó la Guardia.

La subieron a un jeep y se la llevaron maltratada, ensangrentada. Nunca más la volvimos a ver. La estuvimos buscando por todas partes y nunca la encontramos”, nos dice.

Según Sonia Calderón, el enamoramiento de aquel hombre era fingido y solo para sacar información, pues él era un oreja, así se le decía a las personas que recogían información que luego pasaban a la Guardia Nacional.

“Dicen que una vez la propia Bertita lo curó, al malagradecido.

 No se sabía que él era un oreja, pero muchas personas en ese mismo callejón fueron asesinadas porque él las delató. Agarraron a Berta y a un combatiente a quien ella estuvo atendiendo. 

Desde que los subieron al camión les daban culatazos. Se los llevaron, lo más seguro que a la Cuesta del Plomo. Supuestamente, los mataron cuando iban por la Ferretería Lugo. Anduvimos por todas partes y nunca hallamos el cuerpo”, nos dice conmovida Sonia.

Siempre querida y recordada

El 3 de marzo de 1983 las autoridades cambiaron el nombre del Hospital Occidental, que pasó a llamarse Hospital de Referencia Nacional Berta Calderón Roque, en homenaje a esta mártir de la salud.

El nombre fue propuesto por el propio personal del Hospital, nos cuenta José Luis Medrano, del sindicato de Fetsalud. “Ella trabajó aquí y además era muy querida”, nos dice el sindicalista, agregando que en Managua también hay un barrio que lleva el nombre de Berta Calderón.

Independiente y solidaria

Alguien puede pensar que la lucha y la muerte de Berta Calderón tienen poco que ver con la lucha por la equidad de género, pero, bien mirado, eso no es cierto.

Su prima Sonia Calderón dice que de joven Berta tuvo novio, pero la relación terminó porque ella prefería dedicarse a su trabajo, que era su vocación.

 “Ella siempre pensó que la mujer no era esclava de nadie. Mi esposo bebía, y ella siempre me decía: ‘Por eso no me caso, no quiero ser esclava de ningún borracho’. Berta era cariñosa, y a la vez, independiente y obstinada, firme en sus decisiones.

Leía mucho y ponía en práctica lo que leía. Quería tener su profesión, y lo logró. Quería un destino mejor para Nicaragua, y luchó por eso, sin temor y sin pensar que las mujeres no debemos meternos en política”, nos relata.

La muerte de Berta tuvo que ver no solo con la crueldad de la dictadura somocista, sino también con el machismo. Hasta ahora, algunos hombres creen que tienen derecho a castigar a la mujer si esta se niega a tener relaciones amorosas y sexuales.

El hombre que denunció a Berta trató de conquistarla y cuando no obtuvo lo que quería, se vengó. O sea, ella fue asesinada no solo por ser sandinista, sino por ser mujer.

El legado más importante de Berta Calderón es su capacidad de tomar sus propias decisiones y ser solidaria. 
Por eso es nuestra ancestra.

Helena Ramos

*Agradecemos al Sindicato de FETSALUD del Hospital Bertha Calderón Roque por su apoyo en la investigación para la realización de este artículo.

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